jueves, 4 de abril de 2013

El hombre de Puno

Ayer conocí una nueva historia.
De un hombre de Puno, quien perdió a su esposa de improviso.
Un día se sintió mal y a los dos días murió.
Pero la fe de aquel hombre permaneció viva.

A lo largo de los años siguientes, sus hijos le insistieron en venirse a vivir a la capital para evitar estar solo.
Y la respuesta de su padre fue siempre:
- No hijo, yo no estoy sólo. Estoy bien acompañado. El Señor está conmigo...

Se me escarapeló la piel al sentir esa fe que sobrevivió a los más difíciles momentos. A una de las más duras pruebas.

Y me contaba también este hombre, que su padre no fue de abrazarlo ni besarlo, pero sí le pidió siempre que se echara a su lado para contarle cómo había sido su día, qué tal le había ido.
Y que al pasar los años su padre se quedaba dormido, pues ya no era el hombre joven y fuerte que lo escuchaba antes.

Siempre les habló de Dios, de su amor y su fuerza. De ser buenos y sencillos. Y de sostenerse sin condiciones en el Padre Celestial.

Al perder a su madre, los pequeños hijos temieron que su padre les diera una madrastra, según sus palabras.
Pero éste jamás se volvió a comprometer. Vivió dedicado a ellos hasta que sus fuerzas se lo permitieron.
...Hasta alcanzar a su compañera.



Reflexión:
La vida espiritual es indestructible cuando se alimenta con el amor de Dios.
Y la sencillez de corazón es el requisito previo para lograrlo.

Nota: La madrastra en este caso era algo de lo que no querían saber los hijos ni el padre.
Pero vale aclarar, que existen mujeres maravillosas a quienes Dios les encomienda esta misión.



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