La buena noticia de hoy es la historia que compartiré acerca de un hombre llamado David.
La cual nos enseña a rescatar lo maravilloso de la vida y la fuerza del Espíritu.
Me la contó un taxista, a quien pregunté por la imagen que tenía pegada en el espejo retrovisor de su auto.
David fue un hombre íntegro, me dijo, sus enseñanzas y amor me acompañaron cincuenta años de mi vida.
Hasta el último momento en que pudo hablarme me preguntó cómo había sucedido mi día, cómo se había portado mi auto, sobre la salud de mi esposa y la de mis hijos. Con el mismo interés y tiempo dedicado en tantos años.
Adoraba sentarse a tomar un poco de sol en el patio de su casa, acompañado de sus tres perros, los cuales sentían una especial conexión con él. El hombre los acariciaba y ellos luego reposaban todo el tiempo que duraba su descanso.
Quiero hacer especial énfasis en la impresión que causó en mí su fotografía en aquel espejo:
No se,... fue como si se tratara de un alma conocida,... o un alma muy pura,... pero sí se que sentí una especie de paz y eternidad al verlo.
Me contaba este hombre que un día antes de morir Don David, un pajarillo azul de cabeza colorada entró por su ventana y llamó la atención de su esposa. Ella, al verlo, quizo cogerlo entre sus manos pero temió lastimarlo, por lo que llamó enseguida a su madre, quien tras haber vivido largos años en el campo tenía gran experiencia al respecto.
Dicho y hecho, lo sostuvo entre sus manos, a lo que el ave respondió con absoluta quietud.
-Parece estar enfermito- exclamó su hija.
-Si quieres volar, abriré mis manos y volarás...- señaló de pronto su madre.
Apenas pronunciadas estas palabras y abiertas las manos, el apresurado ave emprendió raudo vuelo.
Cuál sería el asombro de las presentes, que lo único que atinaron a pensar era que aquel suceso debía estar relacionado con David, quien aún permanecía interno en un cuarto de hospital.
Si esto parece mucho, continuaré con la historia de aquel taxista.
Caía domingo, el tercer día de hospitalización de David, pero por motivos que no podían esperar, el taxista tuvo que ir a trabajar.
Apenado en lo más profundo de su alma, continuó. Hasta que llegó a la casa de una mujer, quien le pidió que la llevara al distrito de la Punta, Callao.
Para aquel hombre fue una sorpresa, pues David había trabajado allí por largos años y adoraba pasear en su malecón.
En cuanto dejó a su pasajera, decidió sin demora, caminar sobre aquellas veredas.
Y respirando la brisa especial que venía del mar, recordó innumerables anécdotas compartidas con David.
Su paseo fue como una bendición, pues sintió que en sus ojos, era realmente David quien disfrutaba de todo aquello.
David partió al día siguiente... Su llamado al descanso eterno no se hizo esperar mucho.
Y a pesar de que los largos y maravillosos años junto a él no fueron suficientes, aquel hombre supo aceptar que algún día debía suceder.
Fue entonces que entendió, que aquellos luminosos y cálidos ojos que lo bendijeron desde que nació, lo acompañarían hasta el fin de sus días.
Hasta aquel fijado e imborrable momento en que volviera a encontrarse con Don David.
...Cuando volviera a estrechar las manos y el cuerpo de su amado padre.
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